la Dama de Shalott

Elena, la dama de Shalott, fue encerrada en una torre donde tejía noche y día.

Un susurro le anunció que le aguardaba una horrible maldición si miraba en dirección a Camelot.Desconocía en qué consistía la maldición y seguía tejiendo sin parar.

Nadie la conocía, ya que vivía encerrada; algunos campesinos creían oírla cantar por las mañanas, al amanecer, y se referían a ella como un hada, un ser misterioso.

Su contacto con el mundo era a través de un espejo, que reflejaba la ventana, que le mostraba Camelot.En las telas que tejía se reflejaba lo que ella veía a través de ese espejo, como las aventuras de los Caballeros de la Mesa Redonda.

Un día, a través del espejo, Elena vio a Lancelot y se enamoró de él. Dejó de coser y, sin poder evitarlo, miró hacia Camelot. En ese momento, el espejo se quebró, las telas salieron volando por la ventana y la maldición cayó sobre ella...Bajó de la torre y cogió una barca.

Se dejó arrastrar por la corriente camino de Camelot , mientras se dejaba morir.

La historia es magníficamente representada en el poema de Lord Tennyson:



LA DAMA DE SHALOTT
I
A ambos lados del rio se despliegan
sembrados de cebada y de centeno
que visten la meseta y el cielo tocan;
y corre junto al campo la calzada
que va hasta Camelot la de las torres;
y va la gente en idas y venidas,
donde los lirios crecen contemplando,
en torno de la isla de allí abajo,
la isla de Shalott.
El sauce palidece, tiembla el álamo,
cae en sombras la brisa, y se estremece
en esa ola que corre sin cesar
a orillas de la isla por el rio
que fluye descendiendo a Camelot.
Cuatro muros y cuatro torres grises
dominan un lugar lleno de flores,
y en la isla silenciosa vive oculta
la Dama de Shalott.
Junto al margen velado por los sauces
deslízanse tiradas las gabarras
por morosos caballos. Sin saludos,
pasa como volando la falúa.
con su vela de seda a Camelot:
mas, ¿quién la ha visto hacer un ademán
o la ha visto asomada a la ventana?
¿O es que es conocida en todo el reino,
La Dama de Shalott?
Sólo al amanecer, los segadores
que siegan las espigas de cebada
escuchan la canción que trae el eco
del río que serpea, transparente,
y que va a Camelot la de las torres.
Y con la luna, el segador cansado,
que apila las gavillas en la tierra,
susurra al escucharla: "Ésa es el hada,
La Dama de Shalott".
II
Allí está ella, que teje noche y día
una mágica tela de colores.
Ha escuchado un susurro que le anuncia
que alguna horrible maldición le aguarda
si mira en dirección a Camelot.
No sabe qué será el encantamiento,
y así sigue tejiendo sin parar,
y ya sólo de eso se preocupa
la Dama de Shalott.
Y moviéndose en un límpido espejo
que está delante de ella todo el año,
se aparecen del mundo de las tinieblas.
Allí ve la cercana carretera
que abajo serpea hasta camelot:
allí gira del río el remolino,
y allí los más cerriles aldeanos
y las capas encarnadas de las mozas
Pasan junto a Shalott.
A veces, un tropel de damiselas,
un abad tendido en almohadones,
un zagal con el pelo ensortijado,
o un paje con vestido carmesí
van hacia Camelot la de las torres.
Y alguna vez, en el azul espejo,
cabalgan dos a dos los caballeros:
no tiene caballero que la sirva
la Dama de Shalott.
Pero aún ella goza cuando teje
las mágicas visiones del espejo:
a menudo en las noches silenciosas
un funeral con velas y penachos
con su música iba a Camelot;
o cuando estaba la luna en el cielo
venian dos amantes ya casados.
"harta estoy de tinieblas", se decía
la Dama de Shalott.
III
A un tiro de flecha de su alero
cabalgaba él en medio de las mieses:
venía el sol brillando entre las hojas,
llameando en las broncíneas grebas
del audaz y valiente Lanzarote.
Un cruzado por siempre de rodillas
ante una dama fulgía en su escudo
por los remotos campos amarillos
cercanos a Shalott.
Lucía libre la enjoyada brida
como un ramal de estrellas que se vé
prendido de la áurea galaxia.
Sonaban los alegres cascabeles
mientras él cabalgaba a Camelot:
y de su heráldica trena colgaba
un potente clarín todo de plata;
tintineaba, al trote, su armadura
muy cerca de Shalott.
Bajo el azul del cielo despejado
su silla tan lujosa refulgía
el yelmo y la alta pluma sobre el yelmo
como una sola llama ardían juntos
mientras él cabalgaba a Camelot.
Tal sucede en la noche purpúrea
bajo constelaciones luminosas,
un barbado meteoro se aproxima
a la quieta Shalott.
Su clara frente al sol resplandecía,
montado en su corcel de hermosos cascos;
pendían de debajo de su yelmo
sus bucles que eran negros cual tizones
mientras él cabalgaba a Camelot.
Al pasar por la orilla y junto al rio
brillaba en el espejo de cristal.
"tiroliro", por la margen del rio
cantaba Lanzarote.
Ella dejó el paño, dejó el telar,
a través de la estancia dio tres pasos,
vio que su lirio de agua florecía,
contempló el yelmo y contempló la pluma,
dirigió su mirada a Camelot.
Salió volando el hilo por los aires,
de lado a lado se quebró el espejo.
"Es ésta ya la maldición", gritó
la Dama de Shalott.
IV
Al soplo huracanado del levante,
los bosques sin color languidecían;
las aguas lamentábanse en la orilla;
con un cielo plomizo y bajo, estaba
lloviendo en Camelot la de las torres.
Ella descendió y encontró una barca
bajo un sauce flotando entre las aguas,
y en torno de la proa dejó escrito
La Dama de Shalott.
Y a través de la niebla, río abajo,
cual temerario vidente en un trance
que ve todos sus propios infortunios,
vidriada la expresión de su semblante,
dirigió su mirada a Camelot.
Y luego, a la caída de la tarde,
retiró la cadena y se tendió;
muy lejos la arrastró el ancho caudal,
la Dama de Shalott.
Echada, toda de un níveo blanco
que flotaba a los lados libremente
-leves hojas cayendo sobre ella-,
a través de los ruidos de la noche
fue deslizándose hasta Camelot.
Y en tanto que la barca serpeaba
entre cerros de sauces y sembrados,
cantar la oyeron su canción postrera,
la Dama de Shalott.
Oyeron un himno doliente y sacro
cantado en alto, cantado quedamente,
hasta que se heló su sangre despacio
y sus ojos se nublaron del todo
vueltos a Camelot la de las torres.
Cuando llegaba ya con la corriente
a la primera casa junto al agua,
cantando su canción, ella murió,
la Dama de Shalott.
Por debajo de torres y balcones,
junto a muros de calles y jardines,
su forma resplandeciente flotaba,
su mortal palidez entre las casas,
ya silenciosamente en Camelot.
Viniendo de los muelles se acercaron
caballero y burgués, señor y dama,
y su nombre leyeron en la proa,
la Dama de Shalott.
¿Quién es ésta?¿Y qué es lo que hace aquí?
Y en el cercano palacio encendido
se extinguió la alegría cortesana,
y llenos de temor se santiguaron
en Camelot los caballeros todos.
Pero quedó pensativo Lanzarote;
luego dijo: "tiene un hermoso rostro;
que Dios se apiade de ella, en su clemencia,
la Dama de Shalott".



SHEREZADE

Shariar es un joven Sultán que debe casarse antes de la próxima luna llena o perderá el reino a favor de su hermano Shazenan.El Sultán teme que su nueva esposa le traicione e intente asesinarle tal y como hizo su primera mujer con la ayuda del Shazenan, del que era amante.
El Sultán decide casarse cada día con una joven virgen que sería ejecutada a la mañana siguiente para evitar así cualquier otra traición, por este motivo, ordena al Gran Visir que le busque esposa en el harén.
Para impedir que todas las muchachas del reino mueran, la joven Scherezade se ofrece como voluntaria para casarse con el monarca. Sherezade era la única hija del Gran Visir, y que siempre estuvo enamorada de Shariar. Al enterarse, Jafar _ su padre _ se desespera pues conoce los planes del Sultán y sabe que no puede oponerse.
En la noche de bodas, el verdugo espera junto a la puerta de la alcoba de los recién casados. Sherezade, que es una atractiva y dulce joven de imaginación desbordante empezará a contarle a su marido la historia de Alí Baba y los 40 ladrones. Detrás de esta historia vendrán otras igualmente fantásticas durante mil y una noches... El Sultán, absolutamente fascinado, suspenderá la ejecución.
Sherezade es, sobre todo, una artista: una mujer con imaginación, inspiración, originalidad y talento. Cuando arriesga su vida para salvar la de las demás mujeres, pone en juego todos sus recursos –una confianza formidable en sí misma, inteligencia, belleza, capacidad interpretativa y habilidad literaria– para encantar a un marido que puede matarla en cualquier momento si se aburre. Se enfrenta al dueño de su vida y de su muerte cautivándole con los ingeniosos arabescos de sus cuentos. Gracias a su creatividad, logró su salvación y la de las futuras víctimas tras apaciguar la desconfianza de su amante para con las mujeres.

LAS ANJANAS

La anjana es el ser bondadoso por excelencia de Cantabria; protege a las gentes honradas, a los enamorados y a quienes se extravían en el bosque o en los caminos.
Las anjanas son mujeres de hermoso rostro y atractiva figura. Sus cabellos son largos y finos, adornados con flores y lazos de seda. Se visten con delicadas y bellas túnicas de seda blanca. Llevan sandalias (aunque algunos dicen que van descalzas) y un báculo con extraordinarias propiedades mágicas con el que apacigua a las bestias del campo con solo tocarlas; con este báculo se dice que realiza sus magias y curaciones milagrosas.
El origen de las anjanas nadie lo conoce; aunque se rumorea que son mujeres santas que Dios manda al mundo para realizar buenas obras y tras cuatro siglos vuelven al cielo para ya no regresar. También se dice que son espíritus de los arboles que tienen encargado cuidar de los bosques.
Se suelen alimentar de miel, fresas, almibar y otros frutos que les proporciona el bosque. Viven en grutas secretas de las que se dice que tienen el suelo de oro y plata y en las que acumulan riqueza para la gente necesitada.
Pasan el día andando por las sendas del bosque, sentandose a descansar en las orillas de las fuentes y los arroyos parecen cobrar vida a su paso. Allí, en las fuentes, conversan con las aguas, que entonces manan más alegres y cristalinas. También ayudan a los viajeros perdidos, a los pastores, a los animales heridos y a los árboles que la tormenta, el viento o el ojáncano ha quebrado.
Durante las noches, en algunas ocasiones, se pasean por los pueblos dejando regalos en las puertas de las casa de aquellos que se lo han merecido por sus buenas obras. Se dice también que las anjanas se reunen en el comienzo de la primavera en los altos pastos de los montes y danzan hasta el amanecer asidas de las manos en torno a un montón de rosas que más tarde esparcen por los caminos. Aquel que encuentre una de estas rosas de pétalos rojos, verdes y amarillos será féliz hasta la hora de su muerte.
Son hadas buenas de la montaña, son mieles y blanduras en su espíritu, reflejos de bondades, de misericordias, De mansedumbres, de virtudes, muy hermosas y cabales, son la parte buena del alma de la imaginación, de la fe, en estas hechiceras dulcísimas que alivian las penas, las zozobras, las inquietudes, las ansias, el hambre, la sed y el dolor.
Son un espíritu eternamente sosegado, de mes de Mayo, de noche de estío, de remanso transparente. Sensacines de lo divino. Sementeras y rocios inefables en sus manos pálidas, de sus ojos verdes y serenos que miran amorosamente.
El corazón de las anjanas es una rosa muy grande, con muchas gotas de miel en las hojas y un rocío que díce que son las lágrimas de la madre Dana.
Antes del amanecer han aderezado su cabellera, con peines de coral y lazos de seda, despues se hincan y rezan una jaculatoria por todas las desgracias de los hombres. Andan lentamente por los senderos, se sientan a descansar a la orilla de los arroyos y los pajarillos les cantan canciones que solo ellas logran entender, conversan con las aguas...
La voz de la anjana dicen que es lo mismo que la voz de los ángeles. Unas veces paez un ruiseñor (cuando están contentas y otras paez escarabajeu del pisar de las ojas en otoño
En el solsticio de primavera, a la media noche, se reunen en las brañas y danzan hasta el amanecer asidas de la mano, esparcen rosas y quien logre encontrar una de estas rosas que tien petalos encarnados, verdes, amarillos y azules, será feliz hasta la hora de su muerte.

LAS MUSAS

Las nueve musas eran hijas de Zeus y de Mnemosine (Memoria ,de la estirpe de los Titanes)Eran consideradas diosas de las artes, de la poesía y de la música, y vivían en el monte Helicón.

Estas eran:
Calíope, musa de la poesía épica, madre de Orfeo.
Clío, musa de la historia.
Euterpe, musa de la música de flauta.
Terpsícore, musa de la danza.
Erato, musa de la poesía lírica.
Melpómene, musa de la tragedia.
Talía, musa de la comedia.
Polimnia, musa de la danza o la geometría.
Urania, musa de la astronomía.

FEDRA

Fedra era hija de Minos , rey de Creta, y se decidió su matrimonio con contraerá matrimonio con Teseo , rey de Atenas.
Teseo había tenido un hijo de la reina de las Amazonas, cuyo nombre era Hipólito, un joven muy apuesto, pero más interesado en los asuntos de la caza que en los asuntos del amor.
Después de haber tenido dos hijos con Teseo, Fedra se enamoró locamente de su hijastro Hipólito . Fedra confía su secreta pasión a su criada de confianza, quien a su vez se lo comunica a Hipólito, haciéndole prometer que nunca revelará tal secreto.
Pero el joven debido a su castidad y al respeto por su padre rechaza a Fedra, pues una relación entre ellos habría sido incestuosa, ya que ella era la esposa de su padre y él habría tenido que profanar el lecho paterno, pero éste, aborrecedor de todas las mujeres, huyó de la casa.
Atormentada por aquel rechazo , Fedra entonces empieza a preocuparse porque Teseo, su esposo nunca se llegue a enterar de su secreto amor y cree que Hipólito es capaz de contarlo en un acto de fidelidad y honestidad. Para evitarlo y así conservar su honra, Fedra hace creer a Teseo que Hipolito había tratado de ultrajarla.
Incapaz de soportar el desamor de Hipólito ,fedra decide quitarse la vida.
Al regresar Teseo, encontró a su esposa ahorcada, con una carta convulsamente apretada en su mano derecha, escrita antes de morir que decía: “Hipólito ha atentado contra mi honor; para escapar a sus acechanzas no me quedaba más que un camino. He muerto antes de faltar a la lealtad que debo a mi esposo”.
Largo rato permaneció Teseo como petrificado de horror y suplicó a Posidón un castigo para su hijo: ¡haz que este día el sol no se ponga para mi hijo maldito!
Apenas había salido de sus labios la maldición cuando Hipólito, de vuelta de la caza , entró al palacio y llegó donde se hallaban su padre y el cadáver de Fedra. A los insultos de su padre replicó el hijo con dulce calma: “Padre mi conciencia está tranquila. No me siento culpable de ninguna mala acción”. Pero Teseo mostrándole la carta de la madrastra y sin más explicaciones lo desterró del país.
Hipólito murió a ser arrastrado por sus caballos , espantados por la furia del mar.Ése fue el castigo de Poseidón.

PENÉLOPE


Penélope, en la mitología griega, hija de Icario, rey de Esparta, mujer de Ulises, rey de Ítaca, y madre de Telémaco..
En la vida de Ulises falta alguien. Alguien que le otorgue calma en las horas de angustia y alivie el peso de su soledad. Para cumplir los designios del Destino, él necesita una compañera. Elige la mujer más bella de Grecia; Helena, hija de Tíndaro rey de Esparta. Pero cuando llega allí, dispuesto a pedir la mano de la muchacha, se encuentra con una desagradable sorpresa: Helena tiene tantos pretendientes que para conseguirla tendría que desatar una guerra. Al saber de la presencia de Ulises en su corte, Tíndaro lo manda a llamar inmediatamente. El rey, nervioso, confiesa a su visitante que teme el comienzo de un grave conflicto, desencadenado por la pasión que su hija ha despertado en tantos hombres al mismo tiempo. Ulises desiste del matrimonio con la princesa. Pero, apenado por la situación de Tíndaro, imagina un ardid que le sería fatal: El hombre elegido por Helena debería ser respetado por los pretendientes rechazados. En cuanto a éstos prometerían ayudar al elegido a conservar a su lado a su mujer. Tal la condición fundamental para los candidatos a la mano de la bella. O se rendían a la imposición, o perdían la oportunidad de desposar a la princesa. Con voz grave el rey de Esparta se dirige a la multitud y les comunica el extraño juramento. Ulises se prepara para dejar la corte de Tíndaro y emprender el viaje de retorno, cuando una figura femenina llama su atención. Es Penélope, prima de Helena, que ha venido a aconsejar a la princesa en indecisión. Enamorados a primera vista, ambos jóvenes recorren mudos la estancia del palacio. Una fuerza mágica los une en un largo beso. Poco después y como si se conocieran desde hace años parten juntos para Itaca. Ni los dioses, ni los hombres, ni el propio Destino podrán separarlos definitivamente.
Inclinada sobre la blanca cuna , Penélope entona suaves melodías para acunar al pequeño Telémaco. En el balcón Ulises mira el cielo estrellado. Ni Ulises ni Penélope se imaginan que les aguarda una tempestad de acontecimientos contarios a la alegría y contrarios al amor. La noticia no tarda en llegar; Helena ha sido raptada por Paris, príncipe troyano, y su marido Menelao, convoca a todos los guerreros griegos para luchar a su lado (Ulises, mudo de espanto recuerda la estratagema que se ideó para ayudar a Tíndaro, los pretendientes de Helena deberían ayudar al elegido a conservar a su mujer). ¿Tendrá que abandonar su familia y su patria por una guerra que no respeta? Desesperado, intenta simular locura, pero Palamedes lo desenmascara poniéndole a su hijo Telémaco en un momento que simulaba furor y locura que el héroe se ve obligado a interrumpir para no matar a su hijo. Entonces Ulises debe partir.

Aunque su marido estuvo ausente durante más de veinte años como consecuencia de la guerra de Troya, Penélope nunca dudó de que él regresaría, y mantuvo fidelidad. La cortejaban muchos pretendientes, que llevaban una vida espléndida y cometían excesos en el palacio de Ulises. . Penélope contuvo sus intenciones con el pretexto de que debía acabar una mortaja que estaba tejiendo para Laertes, su suegro. Cada noche deshacía la labor que había completado durante el día y, por este medio, evitaba tener que elegir un marido. Sin embargo, la estratagema se descubrió al ser delatada por una sirvienta, y los nobles comenzaron a insistir en una inmediata decisión de matrimonio. A pesar de los veinte años de agonía y espera, cuenta Eumeo, la reina es aún joven y bella. Y vive asediada por decenas de pretendientes que, seguros de su viudez, quieren casarse con ella. Nada consigue alejarlos de palacio. La diosa Palas Atenea puso en su corazón el deseo de mostrarse a los pretendientes, y aunque algo reticente por no haberse acicalado desde el día en que su esposo partió hacia Troya, su vieja ama la animó a hacerlo. Mientras tanto Ulises había regresado a Itaca, disfrazado de mendigo, y observando la situación. Al ver al falso mendigo en el umbral de la puerta, los hombres lo abofetean y le arrojan vino en la cara. Llega la noche. Con Telémaco, Ulises reúne todas las armas que consiguen encontrar en palacio y se prepara para el ataque. Penélope, siempre esperando la llegada del esposo, pero aún sin sospechar que éste sea el forastero andrajoso, entra en la sala donde están los pretendientes y, con una nueva estratagema en la mente, anuncia que desposará a aquel que consiga tirar la flecha con el arco de Ulises, atravesando doce orificios hechos en otros tantos cabos de hachas puestos en fila. Traen el arma. Uno a uno, los candidatos intentan tender el arco, pero aún usando de toda su fuerza, nada consiguen. Entonces se aproxima el anciano mendigo. Todos se burlan de su figura grotesca. Lo desafían. El finge gran esfuerzo para tender el pesado arco. Pero alcanza el blanco fácilmente y, después, riendo, vuelve a colocar flechas en el arco y mata uno a uno los pretendientes. Al saber Penélope de quien se trata, la reina no puede creer en tanto bien, tanta alegría. Como loca, sale corriendo por los salones del palacio en busca de su marido. Lo encuentra sin tardar. Frente a frente, en el centro de la sala, los esposos se miran extasiados. Después lentamente sin hablar palabra entran en el cuarto conyugal. Y se aman como si fuese la primera vez, como en su luna de miel.

ORFEO Y EURÍDICE

Cuentan las leyendas que, en la época en que dioses y seres fabulosos poblaban la tierra, vivía en Grecia un joven llamado Orfeo, que solía entonar hermosísimos cantos acompañado por su lira. Su música era tan hermosa que, cuando sonaba, las fieras del bosque se acercaban a lamerle los pies y hasta las turbulentas aguas de los ríos se desviaban de su cauce para poder escuchar aquellos sones maravillosos.
Un día en que Orfeo se encontraba en el corazón del bosque tañendo su lira, descubrió entre las ramas de un lejano arbusto a una joven ninfa que, medio oculta, escuchaba embelesada. Orfeo dejó a un lado su lira y se acercó a contemplar a aquel ser cuya hermosura y discreción no eran igualadas por ningún otro.
- Hermosa ninfa de los bosques –dijo Orfeo-, si mi música es de tu agrado, abandona tu escondite y acércate a escuchar lo que mi humilde lira tiene que decirte.
La joven ninfa, llamada Eurídice, dudó unos segundos, pero finalmente se acercó a Orfeo y se sentó junto a él. Entonces Orfeo compuso para ella la más bella canción de amor que se había oído nunca en aquellos bosques. Y pocos días después se celebraban en aquel mismo lugar las bodas entre Orfeo y Eurídice.
La felicidad y el amor llenaron los días de la joven pareja. Pero los hados, que todo lo truecan, vinieron a cruzarse en su camino. Y una mañana en que Eurídice paseaba por un verde prado, una serpiente vino a morder el delicado talón de la ninfa depositando en él la semilla de la muerte. Así fue como Eurídice murió apenas unos meses después de haber celebrado sus bodas.
Al enterarse de la muerte de su amada, Orfeo cayó presa de la desesperación. Lleno de dolor decidió descender a las profundidades infernales para suplicar que permitieran a Eurídice volver a la vida.
Aunque el camino a los infiernos era largo y estaba lleno de dificultades, Orfeo consiguió llegar hasta el borde de la laguna Estigia, cuyas aguas separan el reino de la luz del reino de las tinieblas. Allí entonó un canto tan triste y tan melodioso que conmovió al mismísimo Carón, el barquero encargado de transportar las almas de los difuntos hasta la otra orilla de la laguna.
Orfeo atravesó en la barca de Carón las aguas que ningún ser vivo puede cruzar. Y una vez en el reino de las tinieblas, se presentó ante Plutón, dios de las profundidades infernales y, acompañado de su lira, pronunció estas palabras:
- ¡Oh, señor de las tinieblas! Héme aquí, en vuestros dominios, para suplicaros que resucitéis a mi esposa Eurídice y me permitáis llevarla conmigo. Yo os prometo que cuando nuestra vida termine, volveremos para siempre a este lugar.
La música y las palabras de Orfeo eran tan conmovedoras que consiguieron paralizar las penas de los castigados a sufrir eternamente. Y lograron también ablandar el corazón de Plutón, quien, por un instante, sintió que sus ojos se le humedecían.
- Joven Orfeo –dijo Plutón-, hasta aquí habían llegado noticias de la excelencia de tu música; pero nunca hasta tu llegada se habían escuchado en este lugar sones tan turbadores como los que se desprenden de tu lira. Por eso, te concedo el don que solicitas, aunque con una condición.
- ¡Oh, poderoso Plutón! –exclamó Orfeo-. Haré cualquier cosa que me pidáis con tal de recuperar a mi amadísima esposa.
- Pues bien –continuó Plutón-, tu adorada Eurídice seguirá tus pasos hasta que hayáis abandonado el reino de las tinieblas. Sólo entonces podrás mirarla. Si intentas verla antes de atravesar la laguna Estigia, la perderás para siempre.
- Así se hará –aseguró el músico.
Y Orfeo inició el camino de vuelta hacia el mundo de la luz. Durante largo tiempo Orfeo caminó por sombríos senderos y oscuros caminos habitados por la penumbra. En sus oídos retumbaba el silencio. Ni el más leve ruido delataba la proximidad de su amada. Y en su cabeza resonaban las palabras de Plutón: “Si intentas verla antes de atravesar la laguna de Estigia, la perderás para siempre”.
Por fin, Orfeo divisó la laguna. Allí estaba Carón con su barca y, al otro lado, la vida y la felicidad en compañía de Eurídice. ¿O acaso Eurídice no estaba allí y sólo se trataba de un sueño?. Orfeo dudó por un momento y, lleno de impaciencia, giró la cabeza para comprobar si Eurídice le seguía. Y en ese mismo momento vio como su amada se convertía en una columna de humo que él trató inútilmente de apresar entre sus brazos mientras gritaba preso de la desesperación:
- Eurídice, Eurídice...
Orfeo lloró y suplicó perdón a los dioses por su falta de confianza, pero sólo el silencio respondió a sus súplicas. Y, según cuentan las leyendas, Orfeo, triste y lleno de dolor, se retiró a un monte donde pasó el resto de su vida sin más compañía que su lira y las fieras que se acercaban a escuchar los melancólicos cantos compuestos en recuerdo de su amada.

EROS Y PSIQUE

Psique (que en griego significa alma) era una princesa, la menor de tres bellas hermanas, aunque la belleza de Psique sobresalía del resto de cualquier ser mortal.Cuando se desarrolló físicamente como mujer, era tan hermosa que se la comparaba con Afrodita , a tal punto que la gente prefería tributar sus honores a la princesa que a la diosa del amor. Afrodita, siempre severa en los castigos para quien ponga en peligro su liderazgo sobre la belleza, se encolerizó y le ordenó a su hijo Eros que en forma de un monstruo horrible terminara con psique.
Las hermanas de Psique se casaron jóvenes. Pero Psique, extrañamente, no lograba conseguir siquiera un pretendiente. Los hombres la veían tan hermosa que la admiraban como a una obra de arte, como a una mujer inalcanzable. Irónicamente su belleza los ahuyentaba. Preocupado por la situación su padre fue a consultar al Oráculo y Apolo, éste le dijo:
“...En una alta roca del monte deja a la doncella, pomposamente preparada para un tálamo de muerte; y no esperes descendencia salida de estirpe mortal, sino de un cruel, fiero y viperino monstruo; y éste, volando con sus plumas por el éter, todo lo inquieta y con fuego y hierro cada cosa abate; al que teme el mismo Júpiter; con el que se espantan las divinidades; del que se horrorizan las aguas de la tenebrosa Estigia...”
El rey no tuvo otra alternativa que cumplir con la voluntad de los dioses y entre llantos y lamentos llevó a Psique al monte.Al llegar la noche, el Céfiro (viento del Oeste y uno de los más fieles mensajeros de los dioses) la condujo hasta un hermoso prado florido en el que se levantaba un maravilloso palacio dorado. Sirvientes invisibles acompañaron a Psique y se encargaron de cumplir con todos sus caprichos.
Con la oscuridad acudió un ser misterioso y ambos disfrutaron de una noche mágica. Psique aunque creía que su esposo era un monstruo, no percibía deformidades en él, sino todo lo contrario: formas perfectamente proporcionadas. Gozaron así de varias noches y antes de que la luz del día lo sorprendiera el supuesto monstruo se alejaba.Psique esperaba ansiosa la oscuridad aunque tenía la comprensible curiosidad de conocer estéticamente a su esposo.
Extrañaba a su familia y luego de grandes súplicas logró la aprobación para realizar una breve visita. Llena de agasajos llegó a la casa de sus padres. Todos repararon en que el aspecto de la joven era aún más radiante que antes de su partida. Sus hermanas, tal vez por envidia, intentaron convencerla de que viera el rostro de su esposo y le obsequiaron una lámpara.
A pesar de las advertencias de su esposo, la curiosidad de Psique invadió por completo su mente y una noche encendió la lámpara que sus hermanas le habían obsequiado. Dirigió la luz hacia su esposo y contempló el cuerpo y el rostro hermoso del dios del amor. Nerviosa y aturdida ante la inesperada visión no pudo evitar que cayera de su lámpara una gota de aceite hirviendo que se estrelló en la cara de Eros, quién se despertó sobresaltado y desapareció en dirección a los espacios etéreos.
Psique se encontró nuevamente en la roca donde sus padres la habían dejado. Los jardines y el palacio dorado habían desaparecido. Triste y desconsolada se dedicó a recorrer el mundo en busca de su esposo.
Eros se encontraba recluido en el palacio de su madre, pero protegía invisiblemente a su amada. Y Psique se veía obligada a realizar pruebas y trabajos desagradables, duros y difíciles, impuestos por Afrodita, para humillarla y para que su belleza disminuyera con el esfuerzo físico. Pero la afortunada princesa siempre contó con la ayuda anónima de Eros, que comprendió la fatal curiosidad de su esposa y voló al Olimpo para rogarle a Zeus que le permitiese vivir con ella.
Luego de comprobar el inmenso amor que existía entre ellos, Zeus tuvo piedad de Psique. No sólo la perdonó, sino que le hizo beber néctar y comer ambrosía en presencia de todos los dioses, convirtiéndola en inmortal y en el mismo Olimpo se celebraron las bodas sagradas de Psique y Eros; se unieron para siempre el amor y el alma.

APOLO Y DAFNE


Apolo, después de Zeus y junto con Atenea, era el dios griego más importante. Su relevancia fue incuestionable estando presente, desde los oráculos de Delfos, hasta la simbología del dios sol. Es además, el dios de la música. Además, Apolo era un gran cazador.

Una vez quiso matar a la temible serpiente Pitón que se escondía en el monte Párnaso. Habiéndola herido con sus flechas, la siguió, moribunda, en su huída hacía el templo de Delfos. Allí acabó con ella mediante varios disparos de sus flechas. Delfos era un lugar sagrado donde se pronunciaban los oráculos de la Madre Tierra.
Hasta los dioses consultaban el oráculo y se sintieron ofendidos de que allí se hubiera cometido un asesinato. Querían que Apolo reparase de algún modo lo que había hecho, pero Apolo reclamó Delfos para sí. Se apoderó del oráculo y fundo unos juegos anuales que debían celebrarse en un gran anfiteatro, en la colina que había junto al templo. Orgulloso Apolo de la victoria conseguida sobre la serpiente Pitón, se atrevió a burlarse del dios Eros por llevar arco y flechas siendo tan niño:

_¿Qué haces, joven afeminado _le dijo_con esas armas? Sólo mis hombros son dignos de llevarlas. Acabo de matar a la serpiente Pitón, cuyo enorme cuerpo cubría muchas yugadas de tierra. Confór- mate con que tus flechas hieran a gente enamoradiza y no quieras competir conmigo.
Irritado, Eros se vengó disparándole una flecha de oro, que le hizo enamorarse de la ninfa Dafne locamente, mientras a esta le disparó otra flecha, esta de plomo, que le hizo odiar el amor y especialmente el de Apolo.
Dafne era una ninfa cazadora consagrada a Ártemisa, y por lo tanto, rechazaba cualquier tipo de amor masculino, y, por supuesto, no quería casarse. Apolo persiguió locamente a Dafne. Mientras, ella huía de él. Pero, poco a poco, Apolo fue reduciendo distancias y cuando iba a darle alcance, y se encontraba ya cansada, Dafne pidió ayuda a su padre, el río Peneo de Tesalia:

_ ¡Padre mío! si es verdad que tus aguas tienen el privilegio de la divinidad, ven en mi auxi- lio..., o tú, tierra ¡trágame!... porque ya no veo cuán funesta es mi hermosura... _

Apenas había concluido la súplica, cuando todos los miembros se le entorpecen: sus entrañas se cubren de una tierna corteza, los cabellos se convierten en hojas, los brazos en ramas,los pies, que eran antes tan ligeros, se transforman en retorcidas raíces, ocupa finalmente el rostro la altura y sólo queda en ella la belleza.

Este nuevo árbol es, no obstante, el objeto del amor de Apolo, y puesta su mano derecha en el tronco, advierte que aún palpita el corazón de su amada dentro de la nueva corteza, y abrazando las ramas como miembros de su cariño, besa aquél árbol que parece rechazar sus besos. Por último le dice:
_ Pues veo que ya no puedes ser mi esposa, al menos serás un árbol consagrado a mi deidad. Mis cabellos, mi lira y aljaba se adornarán de laureles. Tú ceñirás las sienes de los alegres capitanes cuando el alborozo publique su triunfo y suban al capitolio con los despojos que hayan ganado a sus enemigos. Serás fidelísima guardia de las puertas de los emperadores, cubriendo con tus ramas la encina que está en medio, y así como mis cabellos se conservan en su estado juvenil, tus hojas permanecerán siempre verdes_

"La caja de Pandora"


En la mitología griega , Pandora (Πανδώρα "llena de virtudes") fue la primera mujer, hecha por Zeus como parte de un castigo a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego.

Zeus enfureció y creó a Pandora , la que fue dotada de virtudes por diferentes dioses: Hefesto la moldeó de arcilla y le dio forma; Afrodita le dio belleza y Apolo le dio talento musical y el don de sanar. Y así uno a uno…

Cuando Pandora estaba dotada de todas las virtudes , Hermes le dio una caja que nunca debía abrir, lo cual la llenó de curiosidad.

Hasta entonces, la humanidad había vivido una vida totalmente armoniosa en el mundo .
Pero un día, la curiosidad de Pandora pudo finalmente con ella y abrió la caja, liberando todas las desgracias humanas: la vejez, la enfermedad, la fatiga, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza, la pobreza, el crimen,…

Pandora cerró la caja justo antes de que la Esperanza también saliera.
El mundo vivió una época de desolación hasta que Pandora volvió a abrir la caja para liberar también la Esperanza.




Eco y Narciso


Eco era una joven ninfa de los bosques, parlanchina y alegre. Con su charla incesante,entretenía a Hera, esposa de Zeus, y estos eran los momentos que éste aprovechaba para mantener sus relaciones extraconyugales.

Hera, furiosa cuando supo esto, condenó a Eco a no poder hablar sino solamente repetir el final de las frases que escuchara, y ella, avergonzada, abandonó los bosques que solía frecuentar, recluyéndose en una cueva cercana
a un riachuelo.

Narciso era un muchacho precioso. Cuando él nació, el adivino predijo que si se veía su imagen en un espejo sería su perdición, y así su madre evitó siempre espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado.

Narciso creció así, hermosísimo sin ser consciente de ello, y haciendo caso omiso a las muchachas que ansiaban que se fijara en ellas. Tal vez porque de alguna manera Narciso se estaba adelantando a su destino, siempre parecía estar ensimismado en sus propios pensamientos, como ajeno a cuanto le rodeaba.

Narciso daba largos paseos sumido en sus cavilaciones, y uno de esos paseos le llevó cerca de la cueva donde Eco vivía. La ninfa le miró embelesada y quedó prendada de él, pero no tuvo el valor suficiente para acercársele.
Narciso encontró agradable el camino que había seguido ese día y lo repitió muchos más. Eco le esperaba y le seguía en su paseo, siempre a distancia, temerosa de ser vista, hasta que un día, un ruido que hizo al pisar una ramita puso a Narciso sobre aviso de su presencia, quedó esperándola y la descubrió.

Eco palideció al ser descubierta, y enrojeció cuando Narciso se dirigió a ella:
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?
- Aquí... me sigues... - fue lo único que Eco pudo decir, maldita como estaba, habiendo perdido su voz. Narciso siguió hablando y Eco nunca podía decir lo que deseaba.

La ninfa acudió a la ayuda de los animales, que de alguna manera le hicieron entender a Narciso el amor que Eco le profesaba. Ella le miró expectante, ansiosa... pero la risa helada de Narciso la desgarró.
Y así, mientras el muchacho se reía de ella, de sus pretensiones, de su amor … Eco moría.

Se retiró a su cueva, donde permaneció quieta, sin moverse, repitiendo en voz quedada, un susurro apenas … las últimas palabras que le había oído decir a Narciso …
_ "qué estúpida... qué estúpida...
_ qué... es… tu... pida...".
Y dicen que allí se consumió de pena, tan quieta que llegó a convertirse en parte de la propia piedra de la cueva...

Pero el mal que haces a otros no suele salir gratis... y así, Némesis, diosa griega que había presenciado toda la desesperación de Eco, entró en la vida de Narciso otro día que había vuelto a salir a pasear y le encantó hasta casi hacerle desfallecer de sed.

Narciso recordó el riachuelo donde una vez había encontrado a Eco, y sediento se dirigió hacia él.
A punto de beber, vio su imagen reflejada en el río. Y como le habían predicho al nacer, quedó absolutamente cegado por su propia belleza, en el reflejo. Y enamorado como quedó de su imagen, quiso reunirse con ella y murió ahogado tras lanzarse a las aguas.

En el lugar de su muerte, surgió una nueva flor a la que se le dio su nombre: el narciso, flor que crece sobre las aguas de los ríos, reflejándose siempre en ellos.